En La hierba de las noches, Modiano nos invita, como en otras de sus novelas, a un intenso viaje por un París espectral. La ciudad se configura como una geografía interior, hecha de capas de tiempo que se confunden y entremezclan en esa evocación y búsqueda del tiempo perdido que hace Jean, el protagonista de la novela, escritor y tal vez álter ego del propio Modiano. Jean reconstruye en su escritura los fragmentos de su juventud, en los años sesenta, capturados en una libreta negra; abre una brecha en el tiempo y describe su deriva por la ciudad recordada, sigue el rastro de los ausentes e intenta resolver el misterio de un pasado lleno de interrogantes. Y traza una ruta, que oscila entre el hoy y el ayer, siguiendo la pista de una turbia historia de tintes policiales –en la que aparece un leitmotiv del universo modianesco, la exploración del pútrido territorio de la Ocupación– pero también el recuerdo de Dannie, un viejo amor. Y como en las mejores novelas negras, en el corazón de la trama hay un enigma. Dannie no es quien parece ser, su identidad se desdobla y multiplica como el laberinto de espacios que transitan los amantes. Jean la acompañará en algunas de sus desconcertantes misiones. Porque ella, junto con los huéspedes del Unic Hôtel, es una de los protagonistas, los personajes «verdaderos» de una trama compleja que el lector irá descubriendo a medida que avanza la novela. Y es entonces cuando la ficción de Modiano revela también su poder para documentar una época, y por sus páginas vemos aparecer a los fantasmas de la turbulenta historia de la Francia poscolonial, con el asunto Ben Barka como oscuro corazón de las tinieblas. La hierba de las noches es una novela magistral, un hipnótico relato sobre los laberintos de la memoria y los pasadizos secretos de la Historia que mantiene al lector en vilo hasta la última página.